jueves, 30 de julio de 2009

Mañana

Cuatro de la mañana. El ojo izquierdo parpadeó un aroma cargado de alcohol fue lo primero que percibí. Giré hacia la derecha y me topé con una extensa lámina de piel. Saqué la lengua y lamí: seguía adormecido.

Seis de la mañana. Un cosquilleo en el abdomen me turbó y revolcó mi excitación en las cumbres del frío. No quise abrir los ojos porque la flojera pesaba más: fui un muñeco de trapo otra vez.

Ocho de la mañana. Mi pecho me advirtió una necesidad de calor ya que era arrasado por corrientes de aire gélido. Al cubrirme sentí las manos melosas y los labios no se salvaban: un susurro soporífero me indujo a navegar en el icástico sueño.

Diez de la mañana. La cabeza sobre un columpio iba, todo me parecía oscilar. La boca la tenía como la del Guasón y un ligero dolor me incomodaba. Abrí los ojos: una mirada empaladota atravesaba hasta el último instante que quedé inconciente.

Doce del medio día:

-Ya es hora.
-Ummm…
-Ya es hora.
-Ummm…
-Vamos a seguir durmiendo.

Escribí.

Ven las veces que tu voz
me ahogue
y
tus brazos se debiliten.

Vete los días que tu cuerpo
atardezca
y
tu ausencia sea hambruna.

Regresar con los años que perdure
el sonido de tus pasos hacia delante
y
tú seas el silencio acompañante por las noches.

Y todo el día festejé el discurso de Alan García, los 188 años de independencia de mi país, los tres meses de la falta de cordura y una despedida próxima.

martes, 14 de julio de 2009

Amorningbell

Como un sonido sale del tambor y comienza a repetirse, los recuerdos extendían sus brazos y me apartaban de la vereda por donde iba jadeante… repetía su nombre.

Espera. Las personas corrían y más yo por llegar puntual a aquella cita, la lluvia acrecentaba su volumen mientras en mi horizonte mental su rostro angustiado copaba hasta los tiempos pretéritos. A una cuadra observé su cabeza, los cabellos mojados –de los pocos que le quedan en la zona frontal– y sus mocasines marrones mojados totalmente. Me sentí un error hecho en un metro sesenta y cuatro, un error que con una sonrisa esperanzadora se volvía en nada.

La noche. Había ansiado estar acompañado para formar una gran fortaleza contra el frío nocturno, poner en ignición cada ladrillo y darle un contundente golpe a los -3º. Fue en segundo, brazos partidos, fue en minutos, piernas tejidas y un relámpago cayó sobre los cerros porque quería complacer a nuestros ojos saltarines; el revés de las pieles, donde se encuentra un pedazo de razón marchita. Me resultó más tranquilo ya que esta no era la primera vez que pasaba por algo así, las cenizas de lo anterior con uno de sus soplidos se fueron a alguna parte del gran universo. Por eso, lo quise más.

Y tendrás. Cuando se aproximaban los tres meses sus brazos quedaron más abiertos, rompieron su mesura y opté por ser sólo voz y letras. Una semana de mutismo. Estaba por saltar a la segunda hasta que no aguanté seguir sin las canciones de su espíritu, sin la candela de sus dedos, sin la exigencia de sus labios, sin el lienzo de sus ojos y volvimos a cruzar miradas: una seria, otra culpable. Del conflicto de hojas secas que tuve, pude sacar en sonidos semillas, las que luego germinaron en un acuerdo maleable para ambos.

Mi calor. Un tintineo dentro del abdomen me hizo reproducir a un alfil engrapado a un peón que nunca podrá ganarle tantas veces como su desnudez.

Repetía su nombre porque no quería que se vaya.
Porque nuevamente me he convertido en una araña sin hilos.
Porque nuevamente he perdido el piso y no me quedan alas.
Porque nuevamente he puesto en reversa.
Porque aquí estoy perdido. Más perdido que allá.
Y la cuerda que me brindó se ha hecho más tibia.

Además no tuve las palabras suficientes para explicarle que no estoy en tiempos para esto.

miércoles, 8 de julio de 2009

La pérdida del ojo derecho

El ómnibus se detuvo en medio de la carretera para que nosotros bajáremos a almorzar en uno de los restaurantes eventuales que siempre surgen en los lados laterales.

Cargado del sopor provocado por la pastilla que ingerí… iba detrás de mis amigos de la universidad que buscaban algo apetecible (como galletas de Sayón, Kola Inglesa, Queques y Tampico), pero nada nos animó así que decidimos probar algo de la carta (como arroz a la cubana, tallarines rojos, estofado, etc.) y nuevamente pensaba en la rápida variación con que podemos cambiar nuestro entorno ya que un día antes nos empachábamos comiendo en McDonald’s. Al salir, Julissa sorprendida me pasa la voz porque tenía demasiada legaña en el ojo derecho, me sobé con la mano y sentí un dolor punzante. Un dolor efímero después de todo.

Recostado, en marcha, arrellanado y mirando de reojo el paisaje tras los vidrios creo me quedé dormido. Cuando llegué a la casa de mis abuelos lo único en lo que pensé fue dormir, tiré mi maleta y me sumergí en más sueños. En la madrugada desperté porque ya mi cuerpo había dormido lo suficiente, fui a tomar un vaso de agua, prendí la luz para leer, pero no podía hacerlo –qué tenía en el ojo derecho–, busqué un espejo por cada uno de los lados del cuarto, no encontraba algo (al menos para reflejarme) hasta que me llevé la mano y algo viscoso se me impregnó, un pánico se me apoderó mientras el ojo izquierdo se veía contagiada por esa masa medio acuosa.
Perdí la vista. Perdí todo.

Busqué un poco de agua para limpiarme esa mucosidad, en tanto chocaba con cualquier objeto que se me cruzaba, caía reiteradamente, mis movimientos más torpes se lucieron. Ya en el caño pude quitarme parte de esa mascarilla, vi el agua teñida de rojo y el ojo colgándome hasta que cae y se va a la velocidad del agua por la tubería. Mi cabeza se enfriaba al contacto con el piso mientras mi rostro se terminaba de cubrir de una costra.

Cuando desperté tuve que esperar unos días para ir al oftalmólogo y echarme unas gotas en el ojo para que me baje la inflamación. No sé si soñé, o quisiera que ahora esto fuese un sueño debido a que es intolerable el dolor constante en esa zona. ¿Realmente perderé el ojo? O quedaré destinado a vivir en un sueño paralelo, en donde estoy perdiendo cada día más.
Foto: Broken eye de Joelk75 /Flickr.com

Mi vicio...

¿Jugamos Ping-pong?