lunes, 4 de enero de 2010

El extraño para y en nosotros

Antes de hablar del tema principal: raza. Primero tuve inquietud por saber si es correcto de hablar de raza en la raza humana, cuestión redundante. Del libro Antropología de Francisco Iriarte Brenner pude extraer definiciones como el de Herskovits que menciona que una raza es una división principal del género humano caracterizada por rasgos físicos hereditarios. Además de existir la Raciología (rama de la Antropología física) que se encarga del estudio de las razas humanas. Así que denotando lo anterior ya se puede una mejor clarividencia del término.

Ahora, en base al capítulo La racialización de la cuestión estética del libro Nos habíamos choleado tanto de Jorge Bruce, con referencia a los medios de comunicación y el racismo que de por sí escribirlo es urticante para muchos, por no decir todos, ya que de alguna manera lo hemos cometido.

Comprobado y mencionado que en Lima sólo un 4% aspira a ser blanco y que en las dimensiones del país aún no se ha probado que la mayoría de peruanos tenemos una aspiración étnica por la cual sufrimos o se reflexiona en el segundo párrafo: “Los publicistas han desarrollado una argumentación para justificar esta elección (caucásica) tan singlar demonizada “lo aspiracional”.” Es por eso que queda infundada la defensa de los medios de comunicación que no sólo nos brindan productos, costumbres, actos, actitudes, sino alienación, que es aquel extraño que está orientado a poseernos.

Cuando ya tenemos al extraño con nosotros: o nosotros podemos ser los extraños o ellos pueden ser los extraños, sin embargo, mayormente acaba siendo la primera opción nuestra salida que nos

descontextualiza y nos lleva a un mundo basado en colores claros y rasgos finos, pero más cruel es ver que lo que nos han legado nuestros predecesores no nos llena de ningún tipo de orgullo y al contrario desarrollamos complejos.

El grado de el extraño en nosotros puede también depender de nuestra sociedad, en especial creo la gran llamada “creatividad peruana” es farfulla porque si realmente lo fuese superaríamos esos patrones que sólo ningunean a un sector socioeconómico que se caracteriza por no cumplir los cánones de belleza para otros y los que se encargan de mandarnos lo “ideal” o son supeditados por para quienes trabajan o tienen flojera de entender que comprendiendo lo que somos ellos podrían ganar más.

Lo que me parece menos lógico es que al momento de comprar un producto no sólo pagamos por satisfacernos de aquello sino compramos a la vez felicidad e infelicidad, porque nos sentimos identificados con los personajes que aparecen con el producto y luego pasamos a otro estado anímico al saber que no nos parecemos a los personajes físicamente ejemplares.

Pero el extraño puede actuar siempre o se puede dar si es que en el caso hipotético nosotros o nuestra raza cobriza fuese la aspiracional y la blanca la tácita porque seguiríamos naciendo y creciendo con los mensajes por los que seleccionamos y emitimos juicios antes de tiempo, o sea, el extraño es algo más que el simple racismo: es una constante que necesitará estar en nuestra sociedad siempre, tal vez para ayudarnos a comprender que seguiremos teniendo falencias y aunque lleguemos a grados de evolución máxima tendremos que detenernos en este tema, si es que se llega a superar en alguna época de la historia venidera claro que ya no será necesario, como cambiarse de piel o sufrir el síndrome Jackson como se señala en el capítulo, pero quedará atada al estrato al que pertenezcamos o lo que realmente llevemos adentro… o muy adentro.

Desde otras perspectivas o fuera de las fronteras nos ven “atractivos” y hasta exóticos. Por amigos que viajaron a Europa y me mencionaron lo mismo lo sé –aunque no lo haya corroborado– aunque creo que no es tal vez porque ellos hayan superado la existencia de el extraño sino porque inconcientemente les gusta sentirse superiores al ver nuestro color y rasgos o es porque lo último escrito es obra de que estoy poseído por el extraño.

Foto: Tongo de Telefónica de spinfly / Flickr.com

Mi vicio...

¿Jugamos Ping-pong?