domingo, 15 de noviembre de 2009

El impulso mayor

Pasaban los sonidos desde el fondo del reloj incesantemente, se intensificaban con forme llegaba la noche y la mañana. Una perturbación inclemente me había enajenado.Aquel cuarto lucía muy iluminado, las paredes se tornaron amarillentas, los ruidos se escondieron en alguna parte, la cortina como muerta no anunciaba nada, nada. Nada sucedía alrededor, tuve ganas de levantarme y dirigirme a la ventana de la sala, sin embargo, no sentía algún mecanismo que me impulse mediante la inercia ni cuando quise levantar los pies.
Esperé más tiempo hasta sentir ese primer motor que accione en mí como en algunas ocasiones los objetos lo hacen con mayor potencia que los humanos a los que me apego con una vehemencia infausta.
Permanecí clavado a la mañana, los carros recién saliendo para recoger pasajeros. Sólo susurros solos, aquellos que contagian vacuidad. Tarareé, la, ra, la, ra, ra, la, ra, la, la. Desde un segundo piso.
Volví a la cama y al recostarme fui posesionado por un aroma inefable. Recordé desde la noche hasta la mañana anterior mientras las sábanas cobraban vida y cubrían mi cuerpo. Lo extrañaba.
Soñé.
Al mediodía puse música y terminé de leer una crónica periodística de un anciano que llegó a los cien años y pudo obtener el mayor conocimiento de su vida: la aceptación de su propia vida como una apariencia. Pensé que lo dijo porque habrá descubierto que hay algo más grande que nos mueve y nos otorga otro estado más elevado que la vida.

¿Por qué me han mudadazo
del claustro materno
al claustro terreno,
en vez de desovarme
en agua o aire o fuego?

Carlos Germán Belli
Foto: Colorplate IV de Escher.

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