jueves, 22 de octubre de 2009

Él

Terminé de ponerme las zapatillas y salí presuroso, olvidaba mi fólder y tuve que dar vuelta, entonces no me quedó más y corrí. Abordé el primer carro que llevaba el logo de la universidad: Un Nadie Cae Por Él. Instintivamente me arrellané en la parte posterior, a las dos cuadras sube un señor –o al menos, estaba empezando a serlo– e inmediatamente me llama mucho la atención, impaciento porque necesitaba llegar temprano a clases, se sienta a mi lado a pesar del espacio sobrante. Giro la cabeza y su mirada estaba totalmente dirigida a un punto específico en mí, quizás más allá de lo que como careta muestra mi existencia. Algo más ocurría, desbordaba en indicios: era extraño absolutamente. Unos impulsos vehementes me congelaron, sus ojos entrecerraban con frecuencia ¿quería decirme alguna palabra? En sus labios un movimiento ligero lucía aun no lograba hacerlo con las comisuras, me detuve más viéndole la barba espesa a medio crecer, su frente reluciente y la botella de agua mineral sin gas que llevaba en manos. Tuve un déjà vu.
Continué con mi labor y saqué unas hojas que explicaban la función de las pulsiones dentro del proceso de comunicación según Julia Kristeva, no pude concentrarme y un denso aroma me otorgó más gravedad al cuerpo, hasta los transeúntes iban lentos. Giré nuevamente y sus ojos se desvanecieron como sus articulaciones, la botella de agua cayó y sentí todo su calor penetrándome por el hombro como si fuesen relámpagos. Recogí su botella, no hice nada más… ¿dónde estaba?
Mientras avanzaba recordé el sueño que tuve a los nueve años, de aquél, de él, quien llevaba a lomo e iba medio inconsciente, salíamos de alguna especie de batalla…
La libido me poseyó, el corazón latía sin control.
Levanté la mano derecha y cuando estaba por posarla en mi favorita zona erógena me toma y ejerce presión, los nervios me inhibieron, en ese segundo sobre la imaginación sus gritos se extienden; el pudor me posee, pero no reacciona y sigue sujetándome fuerte.
El nihilismo me hace cosquillas, comienzo a evaporar la significancia de lo que creía, al resolverlo aparentemente todo estaba dejando de tener esencia por no tener contacto con lo que realmente creía real. Cargado de ese ánimo, paso por la universidad.
No sé ya hasta dónde irá el coche, despierta y su voz es implacable, me pregunta qué me gusta, no le sé responder porque nunca me he sabido responder; él, igual: lo que soñaba.
Vamos.

Suena la alarma de mi celular… despierto, un nudo se me hace, no tengo ganas desprenderme de la necesidad que han provocado las sábanas sobre mi mente. Suspiro. Con pesadez hago las cosas, al salir de la ducha olfateo la palma de mis manos y un desconsuelo me enerva debido a los recuerdos olfativos de aquel sueno, es pasado, es tangible.
Llego a la universidad y nada esperado sucede, mantengo la erección más duradera en mi vida. Permanezco lacónico durante todas las clases.
Regreso a casa, estudio toda la tarde.
Me siento impotente… oscurezco.
Recibo la llamada de mi papá y voy con dirección a una empresa de transportes para recoger una encomienda, saliendo una lluvia torrencial me sorprende y arremete contra la ciudad, las veredas, los charcos y lo demás dejan mi ropa mojada.
La noche imperiosa sucumbe con esos sonidos apagados y me quedo solo otra vez.
Tocan la puerta, ¿quién?
Una vendedora que intenta echarme un maquillaje, le agradezco con simpatía y cierro la puerta.
Sigo leyendo la revista Quehacer y suena el celular.
Es Bernardo, salió temprano del trabajo y quiere salir conmigo, acepto porque tengo hambre y ganas de liberarme de aquel sueño tan caótico.
Cenamos despacio en tanto le voy contando las cosas más frívolas del día y lo tenebroso que se puso por un sueño soso. Me invita a ir a beber unos tragos, le respondo que sí, si sólo es manzanilla.
Dos de la mañana le repito, vamos a su departamento, intentamos dormir, despierto en unos minutos, él ¡estaba aquí!
Nuevamente y alguna parte de mis sucios pensamientos un motor acelera hasta mis latidos, ahora sí lograré hacer algo más contigo (pienso).
Siento el calor corporal más reconfortante que haya sentido durante todo este tiempo, el mejor sexo tanto en forma y fondo o como la poesía lo describa, estaba entre mis manos, me apasiono como si me encontrase con un viejo amor.
¿No estoy abriendo los ojos?
Dirijo mis dedos hacia mi duda y despierto.
El alba florece en las cortinas blancas y Bernardo está atento a mis movimientos y gestos, sus ojos tornaron en los de él.
Me visto y rechazo la invitación del desayuno, olvido el celular en su velador.
Salgo con dirección desconocida, siendo yo ahora un desconocido, con el quien el hombre de mis sueños hizo el amor, yo, un desconocido más para él. Tal vez sólo aparezco en sus sueños y dude de mi existencia como yo dudo de él ya que le di valor sin antes haber verificado su existencia, sólo me dejo llevar pos sus manifestaciones.
Mientras voy pensando que me falta poco tiempo para morir, me da la impresión que falta poco para conocer a él.

Mi vicio...

¿Jugamos Ping-pong?