Me es extraño escribir esto, como extraño suele ser echar de menos a los sucesos compartidos plenamente en dormitadas y amaneceres incompletos cuando las cruzadas –en especial la de 1209 y la de 1269– toman tal índole que hasta de abrazos y arrumacos pasamos a batallar en razones, porque me dices es bueno ir aprendiendo de la pericia ajena hasta que quedar embaucado en una narración cautivadora: lanzas, picas, arremetedores golpes continuos, escudos, contra las espaldas, contra las rodillas rasmilladas… se hace una expresión conjunta, fascinante y sentida.
Me es extraño poder quedarme días seguidos pensando en tus hechos y deshechos, tejiendo y destejiendo a tu retorno, ¿por qué te fuiste tan lejos otra vez? ¿Por qué me quedé con las manos cruzadas? Siento que en este lapso de poco tiempo real, todas estas experiencias se han extendido a una cantidad de tiempo irreal en grandes magnitudes. Sin embargo, necesitas regresar para llevar a pasear a tu hijo y luego darte la octava escapadita conmigo.
Me es extraño seguir en desvela para verte sonreír, enjuagándote en el sumo del placer con la piel de mis desenfrenos taciturnos, para ser como el litigio entre lo que está permitido y lo que no, cuando nuestras peroratas desazonan los rumbos del palpable sabor a carne, cuando ya no quiero saber más de procesos judiciales, decomisos y embargos y tú deseas embargar mis bienes eyectables.
Me es extraño ser impulsado por el misterio de poder ser el que acepte el compartirte, compartir tus dudas, tus enmarcados líos con la justicia (que no todo nunca lo resolverá), aunque quedemos libres de nuestros marcos políticos. Allá, más de madrugada de repente la sentencia será clara, clara como el One more night de Phil Collins haciendo membrudas tus piernas claras.
Me es extraño ver que ha pasado la semana y dos días que dijiste volver, y no he tenido respuesta mas ver los avisos de las mañanas veraniegas y de vez en cuando las noticias: las encrucijadas maternales, los alborotos existenciales y las altas velocidades sobre los caminos de piedra sin cemento. No me preocupa, sé que tuviste que alzar vuelo por la necesidad de tu presencia allá e impredeciblemente vas en dirección opuesta al quinto día.
Me es extraño seguir en desvela para verte sonreír, enjuagándote en el sumo del placer con la piel de mis desenfrenos taciturnos, para ser como el litigio entre lo que está permitido y lo que no, cuando nuestras peroratas desazonan los rumbos del palpable sabor a carne, cuando ya no quiero saber más de procesos judiciales, decomisos y embargos y tú deseas embargar mis bienes eyectables.
Me es extraño ser impulsado por el misterio de poder ser el que acepte el compartirte, compartir tus dudas, tus enmarcados líos con la justicia (que no todo nunca lo resolverá), aunque quedemos libres de nuestros marcos políticos. Allá, más de madrugada de repente la sentencia será clara, clara como el One more night de Phil Collins haciendo membrudas tus piernas claras.
Me es extraño ver que ha pasado la semana y dos días que dijiste volver, y no he tenido respuesta mas ver los avisos de las mañanas veraniegas y de vez en cuando las noticias: las encrucijadas maternales, los alborotos existenciales y las altas velocidades sobre los caminos de piedra sin cemento. No me preocupa, sé que tuviste que alzar vuelo por la necesidad de tu presencia allá e impredeciblemente vas en dirección opuesta al quinto día.
Me es extraño ya no saber más y tener a un pálpito recorrer todas mis articulaciones inicuas, aunque del origen salga un nudo parecido al que nacía cuando quería decirte… en parentesco con el desaparecer, este verano ha terminado observándote en espera tras la pared donde parado con las manos cruzadas a tus espaldas me sonreíste con la advertencia de ahora negarme a compartir el luto de tu esposa, pues vivo con los reglamentos que en mí pusiste este tiempo: no permanezcas sentado con alguien o en lo que más esperas, todo acabará y seguirás sentado con la mente hacia atrás, dejando lo más importante que es vivir.