jueves, 26 de marzo de 2009

El mar del norte

La temperatura descendía a la par del tic-tac del reloj que llevaba dentro del bolsillo derecho, pude verlo caer después.

Percibí una ausencia desde hace muchos meses, busqué las causas, inferí por un repentino cambio de lugar y clima: pero no. Creí en el mar, fue el mar… y realmente lo fue, pese al desdén versado mostrado frente a la tinta y el papel.
Abrí una pequeña caja de cartón –que fue lo único que dejé–, me costó un poco de esfuerzo no dañarla ya que si lo hacía su contenido se vería afectado también. El polo húmedo, las cartas, la agenda azul, la brújula rota, dos envolturas de caramelo, tres cuadernos llenos de garabatos y una hoja de eucalipto seco.

Números, número y más números hasta poder sentir el temblor interno con la voz más exultante que hasta el momento he escuchado.
– ¿Pasó algo?
– ¿Queirolo?

Llovían pensamientos blancos, se expandían los ecos de los ocasos, conté los meses y todo lo que había sucedido desde entonces.

A lo lejos un carro blanco atravesaba la luz de los semáforos como ráfaga, la vista comenzaba a fallarme, me ardían los ojos, se me quebraron las rodillas y perdí la fuerza que luego fue abrazada por las oleadas de su alma.

Fui arrastrado, no pude nadar para volver a la orilla, el alcohol puso mis palabras en efervescencia y nuevamente yacía en aquella dimensión –parecida a la que piso ahora– llena de sueños, tonos cian, ligereza corporal y nostalgia: el mar del norte.

Foto: The old man in the Sea de Jublin

1 comentarios:

Raiandoelsol dijo...

Hola, Ulrike, hoy tengo la oportunidad de viajar por tus letras y gracias al comentario que me dejaste. Hoy me sentí bien, porque he leído algo diferente, y éso me gusta.


Saludos, y mis mejores deseos, siempre.

Mi vicio...

¿Jugamos Ping-pong?