viernes, 4 de septiembre de 2009

Ausente anillo negro

Hoy es la primera semana que me veo como un vagabundo, parece que no recupero ni los ánimos. Hace cuatro años obtuve un anillo negro hecho de coco que desde ese momento fue una marca particular para formar mi propio perfil y lo demás, era yo si tenía siempre el anillo negro: un rasgo físico más que señalaba en cualquier parte del mundo que era yo, que existía.

El valor emocional de aquel objeto con los años aumentó de una manera insostenible y desmesurada debido a que siempre lo lleve a todas las aventuras que tuve –en algunos casos me lleva hasta la muerte–, corrí, sudé, eyaculé, dormí, nadé, volé, caminé, me ilusioné, me desilusioné, quise, no quise, lloré, reí, bailé, escribí, borré, comí, bebí, libé, abracé, golpeé, me masturbé, saludé, acaricié y más… todo con aquel anillo negro prendido de mi dedo anular derecho y ahora no sé qué me ha ocurrido. O lo sé, sí lo sé: he dejado de existir.

Me suena demasiado absurdo decir que mi existencia dependía de un objeto, pero es algo que lo puedo comprobar. No puedo salir ni a la calle, tengo miedo, siento que todo me amenaza y me desprende la duda de cualquier cosa, no puedo enseñar la mano derecha si no tengo ese rasgo, no lo puedo hacer porque no tengo mi ser, algo que acredite que soy yo con el quien estás hablando o a quién estás leyendo. He cometido una falta grave, le he dado poderes a un objeto inerte, le he otorgado vida, porque la existencia es la vida y si no existo, no estoy viviendo.

Habré soportado hasta dos días sin llevarlo conmigo, sin sentir el calor que emanaba, como si respirara y fuese el hijo que pendía al compás de mi brazo. Sin embargo, es una semana y no tengo señal alguna de su presencia. Estoy buscándome a mí mismo.

La abulia está rondándome desde que dejé de lado el objeto, clava sus asperezas de en cuando e igual, de todos modos, estoy como en un estado de sueño. Tengo ansias por revivir a través de otro objeto que cobije mi existencia.

Mi manera infiel buscó otro objeto para poder sostener de él; todo fue en vano: ya no hacen anillos como ese ahora, tienen otras formas, son irregulares, no son una circunferencia perfecta. Yo quiero otro igual al anterior. No lo puedo encontrar. Es entonces cuando viene a mí unas ganas de vomitar, me alejo un poco para hacerlo. Lloro. No he podido descargar la suficiente impotencia como para estabilizarme y seguir de frente. No he comprado nada, no he adquirido nada porque nada se le parece ahora, quizás emprenderé un viaje más largo del que esperaba, quizás pasen muchos años hasta encontrar un anillo negro igual, quizás nunca lo encuentre… hasta eso, es mejor que retome mis labores y me dirija a la universidad pensando que ahora mi cuerpo será el nuevo objeto en el que existencia se pose y antes buscar mi existencia porque sé que el anillo ha desaparecido aunque mi existencia está vagando por ahí y sólo será trabajo mío encontrarlo en la infinidad del mundo.

1 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Si lo encuentro es tuyo.
El relato lo merece.

Saludos.

Mi vicio...

¿Jugamos Ping-pong?