You’re never going home
You’re never going home
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Brandon Flowers: "Hola, nosotros The Killers. Y esta noche somos de ustedes."
Una emoción me recorrió todo el cuerpo. Espero sí poder estar presente para el concierto de Franz Ferdinand programado para marzo del próximo año.
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Esperé más tiempo hasta sentir ese primer motor que accione en mí como en algunas ocasiones los objetos lo hacen con mayor potencia que los humanos a los que me apego con una vehemencia infausta.
Permanecí clavado a la mañana, los carros recién saliendo para recoger pasajeros. Sólo susurros solos, aquellos que contagian vacuidad. Tarareé, la, ra, la, ra, ra, la, ra, la, la. Desde un segundo piso.
Volví a la cama y al recostarme fui posesionado por un aroma inefable. Recordé desde la noche hasta la mañana anterior mientras las sábanas cobraban vida y cubrían mi cuerpo. Lo extrañaba.
Soñé.
Al mediodía puse música y terminé de leer una crónica periodística de un anciano que llegó a los cien años y pudo obtener el mayor conocimiento de su vida: la aceptación de su propia vida como una apariencia. Pensé que lo dijo porque habrá descubierto que hay algo más grande que nos mueve y nos otorga otro estado más elevado que la vida.
del claustro materno
al claustro terreno,
en vez de desovarme
en agua o aire o fuego?
Continué con mi labor y saqué unas hojas que explicaban la función de las pulsiones dentro del proceso de comunicación según Julia Kristeva, no pude concentrarme y un denso aroma me otorgó más gravedad al cuerpo, hasta los transeúntes iban lentos. Giré nuevamente y sus ojos se desvanecieron como sus articulaciones, la botella de agua cayó y sentí todo su calor penetrándome por el hombro como si fuesen relámpagos. Recogí su botella, no hice nada más… ¿dónde estaba?
Mientras avanzaba recordé el sueño que tuve a los nueve años, de aquél, de él, quien llevaba a lomo e iba medio inconsciente, salíamos de alguna especie de batalla…
La libido me poseyó, el corazón latía sin control.
Levanté la mano derecha y cuando estaba por posarla en mi favorita zona erógena me toma y ejerce presión, los nervios me inhibieron, en ese segundo sobre la imaginación sus gritos se extienden; el pudor me posee, pero no reacciona y sigue sujetándome fuerte.
El nihilismo me hace cosquillas, comienzo a evaporar la significancia de lo que creía, al resolverlo aparentemente todo estaba dejando de tener esencia por no tener contacto con lo que realmente creía real. Cargado de ese ánimo, paso por la universidad.
No sé ya hasta dónde irá el coche, despierta y su voz es implacable, me pregunta qué me gusta, no le sé responder porque nunca me he sabido responder; él, igual: lo que soñaba.
Vamos.
Suena la alarma de mi celular… despierto, un nudo se me hace, no tengo ganas desprenderme de la necesidad que han provocado las sábanas sobre mi mente. Suspiro. Con pesadez hago las cosas, al salir de la ducha olfateo la palma de mis manos y un desconsuelo me enerva debido a los recuerdos olfativos de aquel sueno, es pasado, es tangible.
Llego a la universidad y nada esperado sucede, mantengo la erección más duradera en mi vida. Permanezco lacónico durante todas las clases.
Regreso a casa, estudio toda la tarde.
Me siento impotente… oscurezco.
Recibo la llamada de mi papá y voy con dirección a una empresa de transportes para recoger una encomienda, saliendo una lluvia torrencial me sorprende y arremete contra la ciudad, las veredas, los charcos y lo demás dejan mi ropa mojada.
La noche imperiosa sucumbe con esos sonidos apagados y me quedo solo otra vez.
Tocan la puerta, ¿quién?
Una vendedora que intenta echarme un maquillaje, le agradezco con simpatía y cierro la puerta.
Sigo leyendo la revista Quehacer y suena el celular.
Es Bernardo, salió temprano del trabajo y quiere salir conmigo, acepto porque tengo hambre y ganas de liberarme de aquel sueño tan caótico.
Cenamos despacio en tanto le voy contando las cosas más frívolas del día y lo tenebroso que se puso por un sueño soso. Me invita a ir a beber unos tragos, le respondo que sí, si sólo es manzanilla.
Dos de la mañana le repito, vamos a su departamento, intentamos dormir, despierto en unos minutos, él ¡estaba aquí!
Nuevamente y alguna parte de mis sucios pensamientos un motor acelera hasta mis latidos, ahora sí lograré hacer algo más contigo (pienso).
Siento el calor corporal más reconfortante que haya sentido durante todo este tiempo, el mejor sexo tanto en forma y fondo o como la poesía lo describa, estaba entre mis manos, me apasiono como si me encontrase con un viejo amor.
¿No estoy abriendo los ojos?
Dirijo mis dedos hacia mi duda y despierto.
El alba florece en las cortinas blancas y Bernardo está atento a mis movimientos y gestos, sus ojos tornaron en los de él.
Me visto y rechazo la invitación del desayuno, olvido el celular en su velador.
Salgo con dirección desconocida, siendo yo ahora un desconocido, con el quien el hombre de mis sueños hizo el amor, yo, un desconocido más para él. Tal vez sólo aparezco en sus sueños y dude de mi existencia como yo dudo de él ya que le di valor sin antes haber verificado su existencia, sólo me dejo llevar pos sus manifestaciones.
Mientras voy pensando que me falta poco tiempo para morir, me da la impresión que falta poco para conocer a él.
En las mangas de lo no real, estuve suspendido entre torrentes de sangre, aplastando entre glándulas y membranas, frente a frente: él, el hígado; yo, la polución. Quizás así pueda separar y olvidar el dolor que estoy sintiendo.
Recibiré todas las condenas a cambio del placer poluto que otorgué ¿no puedo cambiar eso? Antonio Machado, ayúdame. Sartre, aléjate de una vez. Eros, vete. Tánatos, ¿qué esperas?
He estado escribiendo orientado a la vida finita, me he tomado en serio ese papel.
Mañana cambiaré de pensar, repito tantas veces antes de dormir. No da resultado.
Me he vuelto a enamorar, me descontrola, me ayuda a alejar esos pensamientos sucios por algunos momentos, no por todos.
Están confabulando las cosas –por no decir cuestiones del azar– que preveo una gama de eventos a posteriori, me aterra más, no tengo ganas de irme a la otra (hoja), nunca he tenido ganas de irme a la otra (página) y, sin embargo, necesito explotar, derramar la tinta cargada, dejar huella, algo que prevalezca mi nombre en la eternidad.
Siento placer al escribir, cada vez que me despierto en las madrugadas, ya sea por sed, hambre, ganas de leer, ganas de hacer el amor, ganas de no hacer nada. Es ese placer que proviene del veneno que no solo está matando mi cuerpo (el que existe como materia ahora), sino también de mi alma que está alejando a mi memoria fallida. Estoy olvidando muchos recuerdos, lo cual me da mucha impotencia, por eso escribo: porque me ayuda a controlarlo. A controlar el placer poluto.
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Coming to a dark end a lighting star showed up in shape of a tiny boy and made my life astonished.
My blood start burning when saw you feeling taking to the heaven.
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El valor emocional de aquel objeto con los años aumentó de una manera insostenible y desmesurada debido a que siempre lo lleve a todas las aventuras que tuve –en algunos casos me lleva hasta la muerte–, corrí, sudé, eyaculé, dormí, nadé, volé, caminé, me ilusioné, me desilusioné, quise, no quise, lloré, reí, bailé, escribí, borré, comí, bebí, libé, abracé, golpeé, me masturbé, saludé, acaricié y más… todo con aquel anillo negro prendido de mi dedo anular derecho y ahora no sé qué me ha ocurrido. O lo sé, sí lo sé: he dejado de existir.
Me suena demasiado absurdo decir que mi existencia dependía de un objeto, pero es algo que lo puedo comprobar. No puedo salir ni a la calle, tengo miedo, siento que todo me amenaza y me desprende la duda de cualquier cosa, no puedo enseñar la mano derecha si no tengo ese rasgo, no lo puedo hacer porque no tengo mi ser, algo que acredite que soy yo con el quien estás hablando o a quién estás leyendo. He cometido una falta grave, le he dado poderes a un objeto inerte, le he otorgado vida, porque la existencia es la vida y si no existo, no estoy viviendo.
Habré soportado hasta dos días sin llevarlo conmigo, sin sentir el calor que emanaba, como si respirara y fuese el hijo que pendía al compás de mi brazo. Sin embargo, es una semana y no tengo señal alguna de su presencia. Estoy buscándome a mí mismo.
La abulia está rondándome desde que dejé de lado el objeto, clava sus asperezas de en cuando e igual, de todos modos, estoy como en un estado de sueño. Tengo ansias por revivir a través de otro objeto que cobije mi existencia.
Mi manera infiel buscó otro objeto para poder sostener de él; todo fue en vano: ya no hacen anillos como ese ahora, tienen otras formas, son irregulares, no son una circunferencia perfecta. Yo quiero otro igual al anterior. No lo puedo encontrar. Es entonces cuando viene a mí unas ganas de vomitar, me alejo un poco para hacerlo. Lloro. No he podido descargar la suficiente impotencia como para estabilizarme y seguir de frente. No he comprado nada, no he adquirido nada porque nada se le parece ahora, quizás emprenderé un viaje más largo del que esperaba, quizás pasen muchos años hasta encontrar un anillo negro igual, quizás nunca lo encuentre… hasta eso, es mejor que retome mis labores y me dirija a la universidad pensando que ahora mi cuerpo será el nuevo objeto en el que existencia se pose y antes buscar mi existencia porque sé que el anillo ha desaparecido aunque mi existencia está vagando por ahí y sólo será trabajo mío encontrarlo en la infinidad del mundo.
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Seis de la mañana. Un cosquilleo en el abdomen me turbó y revolcó mi excitación en las cumbres del frío. No quise abrir los ojos porque la flojera pesaba más: fui un muñeco de trapo otra vez.
Ocho de la mañana. Mi pecho me advirtió una necesidad de calor ya que era arrasado por corrientes de aire gélido. Al cubrirme sentí las manos melosas y los labios no se salvaban: un susurro soporífero me indujo a navegar en el icástico sueño.
Diez de la mañana. La cabeza sobre un columpio iba, todo me parecía oscilar. La boca la tenía como la del Guasón y un ligero dolor me incomodaba. Abrí los ojos: una mirada empaladota atravesaba hasta el último instante que quedé inconciente.
Doce del medio día:
-Ya es hora.
-Ummm…
-Ya es hora.
-Ummm…
-Vamos a seguir durmiendo.
Escribí.
Ven las veces que tu voz
me ahogue
y
tus brazos se debiliten.
Vete los días que tu cuerpo
atardezca
y
tu ausencia sea hambruna.
Regresar con los años que perdure
el sonido de tus pasos hacia delante
y
tú seas el silencio acompañante por las noches.
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Espera. Las personas corrían y más yo por llegar puntual a aquella cita, la lluvia acrecentaba su volumen mientras en mi horizonte mental su rostro angustiado copaba hasta los tiempos pretéritos. A una cuadra observé su cabeza, los cabellos mojados –de los pocos que le quedan en la zona frontal– y sus mocasines marrones mojados totalmente. Me sentí un error hecho en un metro sesenta y cuatro, un error que con una sonrisa esperanzadora se volvía en nada.
La noche. Había ansiado estar acompañado para formar una gran fortaleza contra el frío nocturno, poner en ignición cada ladrillo y darle un contundente golpe a los -3º. Fue en segundo, brazos partidos, fue en minutos, piernas tejidas y un relámpago cayó sobre los cerros porque quería complacer a nuestros ojos saltarines; el revés de las pieles, donde se encuentra un pedazo de razón marchita. Me resultó más tranquilo ya que esta no era la primera vez que pasaba por algo así, las cenizas de lo anterior con uno de sus soplidos se fueron a alguna parte del gran universo. Por eso, lo quise más.
Y tendrás. Cuando se aproximaban los tres meses sus brazos quedaron más abiertos, rompieron su mesura y opté por ser sólo voz y letras. Una semana de mutismo. Estaba por saltar a la segunda hasta que no aguanté seguir sin las canciones de su espíritu, sin la candela de sus dedos, sin la exigencia de sus labios, sin el lienzo de sus ojos y volvimos a cruzar miradas: una seria, otra culpable. Del conflicto de hojas secas que tuve, pude sacar en sonidos semillas, las que luego germinaron en un acuerdo maleable para ambos.
Mi calor. Un tintineo dentro del abdomen me hizo reproducir a un alfil engrapado a un peón que nunca podrá ganarle tantas veces como su desnudez.
Repetía su nombre porque no quería que se vaya.
Porque nuevamente me he convertido en una araña sin hilos.
Porque nuevamente he perdido el piso y no me quedan alas.
Porque nuevamente he puesto en reversa.
Porque aquí estoy perdido. Más perdido que allá.
Y la cuerda que me brindó se ha hecho más tibia.
Además no tuve las palabras suficientes para explicarle que no estoy en tiempos para esto.
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El ómnibus se detuvo en medio de la carretera para que nosotros bajáremos a almorzar en uno de los restaurantes eventuales que siempre surgen en los lados laterales.
Cargado del sopor provocado por la pastilla que ingerí… iba detrás de mis amigos de la universidad que buscaban algo apetecible (como galletas de Sayón, Kola Inglesa, Queques y Tampico), pero nada nos animó así que decidimos probar algo de la carta (como arroz a la cubana, tallarines rojos, estofado, etc.) y nuevamente pensaba en la rápida variación con que podemos cambiar nuestro entorno ya que un día antes nos empachábamos comiendo en McDonald’s. Al salir, Julissa sorprendida me pasa la voz porque tenía demasiada legaña en el ojo derecho, me sobé con la mano y sentí un dolor punzante. Un dolor efímero después de todo.
Recostado, en marcha, arrellanado y mirando de reojo el paisaje tras los vidrios creo me quedé dormido. Cuando llegué a la casa de mis abuelos lo único en lo que pensé fue dormir, tiré mi maleta y me sumergí en más sueños. En la madrugada desperté porque ya mi cuerpo había dormido lo suficiente, fui a tomar un vaso de agua, prendí la luz para leer, pero no podía hacerlo –qué tenía en el ojo derecho–, busqué un espejo por cada uno de los lados del cuarto, no encontraba algo (al menos para reflejarme) hasta que me llevé la mano y algo viscoso se me impregnó, un pánico se me apoderó mientras el ojo izquierdo se veía contagiada por esa masa medio acuosa.
Perdí la vista. Perdí todo.
Busqué un poco de agua para limpiarme esa mucosidad, en tanto chocaba con cualquier objeto que se me cruzaba, caía reiteradamente, mis movimientos más torpes se lucieron. Ya en el caño pude quitarme parte de esa mascarilla, vi el agua teñida de rojo y el ojo colgándome hasta que cae y se va a la velocidad del agua por la tubería. Mi cabeza se enfriaba al contacto con el piso mientras mi rostro se terminaba de cubrir de una costra.
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El instinto me llevó a buscar a mis compañeros del salón de clases entre un gran tumulto que miraba con alegría las puertas cerradas y curiosos los escritos en los carteles que iban en contra del genocidio ocurrido estas semanas en Bagua. Pude encontrar a algunos y decidimos esperar ya que corría el rumor que luego de la marcha de un grupo universitarios todo iba a volver a la normalidad, más o menos, a las once de la mañana.
Unas horas después. Los marchantes salieron y bloquearon la carretera principal de entrada a Huancayo con piedras por muchas, muchas, muchas cuadras.
Al parecer todo iba con calma y lo ideal, la “marcha pacífica”, estaba tomando cauce mientras conversábamos con nuestro profesor de Redacción periodística y nos daba alcance de cómo buscarle un encuadre a la noticia porque nos llamó la atención ver metros más allá a un grupo de marchantes que trataban la manera de tumbar los paneles publicitarios del estado: El Perú avanza… se movía como si un temblor pasase por ahí.
El panorama tomó un aspecto soledoso y nosotros nos dirigimos hacia una cuadra paralela con dirección al río Mantaro, hasta que comenzaron a sonar tiros parecidos a los de bala y vidrios resquebrajarse, el asombro de todos al escuchar ¡disparos! inmediatamente se convirtió en desesperación. Nos tomó por sorpresa.
Los locales comerciales cercanos cerraron sus puertas y los trabajadores corrían hacia la cuadra donde nos encontrábamos, dos alumnas venían con los ojos rojos y buscaban agua para mojarse el rostro.
Por el lado derecho la muchedumbre corría como escapando de los gases lacrimógenos que los policías lanzaban, nos quedó correr hacia la izquierda, pero era tarde ya que por esa calle perpendicular también corrían alumnos, heladeros, vendedores de golosinas y señoras que habían salido de compras seguidos de una lluvia de piedras que se hacían espacio entre toda la humareda.
Estábamos encerrados.
Las opiniones despectivas de Alan García con respecto a las etnias de la selva. Su rostro inflado y su risa sarcástica.
Los ojos sobresalientes de Mercedes Cabanillas creciendo más, más y cada vez más.
El intentar buscarle solución a este problema que deriva de una inadecuada información. Y de esto partieron unas preguntas: ¿Dónde están los antropólogos de la universidad y de las demás? Porque, claro, desde la visión de interculturas se ha olvidado el respeto que debe haber entre ellas.
La poca mesura de ambas partes.
Al final la polarización iba en aumento y la búsqueda de una concertación parecía una utopía.
Poco a poco estaba tentado a tener una posición, pero cuando vi la cara de algunos alumnos truhanes que arremetían con piedras y celebraban como si fuese un juego de niños irracionales decidí buscar la forma de escapar porque también la nariz me comenzaba a picar y los ojos a lagrimear.
Nos subimos al primer carro que se nos cruzó y dimos vuelta cerca por las rieles que conectan Lima con Huancayo, el autobús avanzaba lentamente y podíamos ver que desde ese punto la situación se veía diferente: alumnos saliendo de las discotecas como si nada ocurría a su alrededor, otros comentando de lo que observaban y la mayoría alejándose de cualquier disturbio. Era cierto: no todas las cosas se ven igual de diferentes lados.
Cuando volvimos a la carretera giramos para ver lo que sucedía a lejos y el panorama era un gran manto blanco que ascendía, policías medrosos que corrían en retirada y la luz adoptando un claroscuro muy definido.
Pese a que ahora no tengo inclinaciones religiosas recordé parte de un poema de Petter Dass:
Dios es Dios aunque todas las gentes estén muertas…
Léelo también en el Catedraonline.com
Es indudable que existe algo en común entre estos tres tiempos: la efervescencia juvenil caracterizada por esa entrega exclusiva de una fan enamorada. Esto debido a nuestra cultura latina que nos diferencia –poniendo como ejemplo– de la europea: esa calidez única para recibir al extranjero.
Muchas madres sustentaban el apoyo a sus hijas basándose a experiencia propia porque en su momento no pudieron ver a sus ídolos en plena cúspide, y es cierto –aunque no quiero pecar de pájaro de mal agüero–, en el caso de los Jonas Brothers su futuro más cierto es envejecer, pasar de moda y sumergirse entre lo efímero. No será lo mismo después.
Así que sigamos viviendo de la vitalidad de las jovenzuelas sumergidas en su carpe diem, porque tal vez sus corazones algún día envejecerán.
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Aldo Mariátegui remarcó no tener intenciones anti-indigenista para con Hilaria Supa, sino que en este país se toleran aspectos “políticamente correctos” cuando no lo es. Pero se habrá preguntando si en el Congreso de la República la única que puede sacar pecho es Martha Hilderbrandt, o acaso los demás en apuntes simples no omiten estas precisiones ya sea por tiempo o algún otro elemento, porque recuerdo la vez que en el programa de Beto Ortiz, se mostraron demasiadas faltas ortográficas en una carta que la congresista huanuqueña, Karina Beteta, mandó por el reconocimiento que se le hizo a Magaly Medina. Entonces, si Aldo Mariátegui está a la orden de la R.A.E., pues, que vaya a supervisar los apuntes de los demás parlamentarios y si descuentan por eso: vale.
Hilaria Supa, no sólo puede formular leyes, también es una imagen que representa a muchas mujeres del país, esto debido a que en el último Censo Nacional se registra 1 millón 359,558 personas analfabetas y de este porcentaje tres de cada cuatro son mujeres y en su mayoría de la sierra. Este sigue siendo un problema que a pocos le gusta comentar, sin embargo, ahora que ha salido a flote el tema gracias a Aldo Mariátegui, podemos reflexionar al respecto y primero Alan García para que vea que se pueden evitar estos malos entendidos.
En la entrevista que le hizo Rosa María Palacios, Supa mostró un lado –tal vez– poco conocido, ya que su justificación al cargo basó en su concepción, la que como Alberto Flores Galindo manifiesta en su libro Utopía andina: “Para las gentes sin esperanza, la utopía andina es el cuestionamiento de esa historia que los ha condenado a la marginación. La utopía niega la modernidad y el progreso…”. También su deseo de superación que tuvo para aprender a escribir y leer, muestra una concepción casi bifurcada.
Ya sea si se le tomó como muestra para un caso general, no se debió mezclar con su origen y toda esa grandiosa gama quechua porque también el español merece un respeto que no debe ir más allá.
Después de todo Aldo Mariátegui hizo algo bueno: resaltar el alarmante caso del analfabetismo para que las autoridades hagan algo ya que si partimos desde ahí nuestro país logrará librarse de telarañas históricas, tanto como en el caso de Supa y su utopía indígena como los que discriminamos.
A una cuadra de llegar, Stephanye nos hacía notar su sorpresa al ver a Julio con los ojos bien abiertos. Les presenté y comenzamos a planear adonde ir, o ver La teta asustada o pasear por el Parque de la Reserva. Mientras caminábamos por la avenida Arica íbamos resolviendo hacia dónde ir, optamos por lo más barato: tomar un carro que vaya por la avenida Arequipa y pagar sólo cuatro soles para ingresar a lo desconocido. Julio sólo imaginaba por comentarios lo que eran los juegos de agua dentro del Parque de la Reserva, Stephanye seguía asombrada a todo y yo trataba de acomodarme a la expectativa de ambos.
Lo primero que hice fue sacar mi cámara de fotos ante la primera pileta que al son de Para Elisa de Beethoven hacía del agua su mejor aliado, dándole movimientos oscilantes mientras nos dejaba boquiabiertos. Deseaba salir con los dos en la toma, vi a una policía cerca hasta que se me ocurrió comentar “hay que decirle a la tomba” –poniéndole un énfasis despectivo a “tomba”–, ella giró y a los tres las mejillas se nos llenó de rubor y aceleramos el paso a buscar mejores ángulos para posar.
Continuamos el paseo solo viendo hasta llegar a la zona donde el observador tiene que interactuar con los juegos de agua, no imaginábamos algo así, cerca habían unos vestidores, entonces dudábamos para entrar, sin embargo, preferimos arriesgarnos, Julio se quedó con los bolsos para que Stephanye y yo nos adentremos a tal juego de movimientos intempestivos de agua. Ya en la circunferencia tenía que esperar a que algunos chorros de agua cesen para continuar y llegar al centro. Vi que Stephanye me ganaba, la empujé para que se moje, pero en el momento más inesperado tenía el cuello rodeado de sus manos hasta que nos cayeron varios chorros de agua a la vez y comenzamos a mojarnos, sonó un pito y ella dijo “otra vez la tomba” –con el mismo acento que le puse al comienzo–, salimos saltando mientras Julio se iba apartando sonrojado otra vez.
Los arreboles nos cubrían y parecía que el día mediante los colores formaban las mejores metáforas para nuestras emociones, había sido fascinante luego esperar el momento que la oscuridad se asome y prendiesen las luces que le dieron al parque ese multicolor atractivo como lo es Lima con su gente.
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Los cerditos se suicidaban de uno en uno hasta que se comprobó que estos pobres animales no eran los causantes de tanta alarma, sino era una nueva cepa de virus de gripe AH1N1 que contiene material genético combinado de una cepa de virus de gripe humana, una cepa de virus de gripe aviaria -la que provocó la matanza de aves de Asia- y dos cepas separadas de virus de gripe porcina. Las metidas de pata a nivel mundial se lucieron como la del ministro de salud, Oscar Ugarte , anunciando que el Perú era un eslabón más de la psicosis mundial con lo que al día siguiente los periódicos exaltaron las emociones peruanas: todo una pandemia social proliferada para apabullar a la gente.
¿Qué será de los pícnicos gemelos Luis Carranza y Alan García? ¿Podrá uno contra el otro y todo su gabinete ya contagiado?
El grado 5:
No sólo el Grupo 5 movilizó a las masas, también la Fase 5, declarada por la O.M.S., o sea, que la pandemia ya se caracateriza por la propagación del AH1N1 de humano a humano en, al menos, dos países de una misma región. Así, por lo pronto, esperemos no llegar a forzanos en vacaciones porque sólo queda una fase más y ahí sólo se podrá controlar la cantidad que prevenir. Si también pudiesen clasificar las fases de cortinas de humo sería genial.
Que sea un buen empujoncito para que los hospitales del país mejoren y estén mejor precavidos.
Los cerdos comen vacas:
La verdadera pandemia porcina, ya la vivimos desde hace muchos años tal vez. La que deja a las vacas flacas y nos entorpece al recepcionar información. La que mata gente desde el 2005 en medio oriente. La que hace del pensamiento un dogma para forzar luego. La que nos hace las telarañas históricas más fuertes. La de las utopías indígenas que luchas contra los periodistas. La que nos muestra mediante el televisor que 2 + 2 = 5.
Y para eso los de Radiohead son buenos:
Disfrútenla.
Imagen de El Otorongo Nº 166
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La temperatura descendía a la par del tic-tac del reloj que llevaba dentro del bolsillo derecho, pude verlo caer después.
Llovían pensamientos blancos, se expandían los ecos de los ocasos, conté los meses y todo lo que había sucedido desde entonces.
A lo lejos un carro blanco atravesaba la luz de los semáforos como ráfaga, la vista comenzaba a fallarme, me ardían los ojos, se me quebraron las rodillas y perdí la fuerza que luego fue abrazada por las oleadas de su alma.
Foto: The old man in the Sea de Jublin
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Morris Albert canta... Feelings de 1975. Canción que fue interpretada por reconocidos artistas como Frank Sinatra, Elvis Presley, entre tantos; también dos de mis artistas favoritos: Ella Fitzgerald y Caetano Veloso en su disco A Foreign Sound (2004).
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Por ejemplo si dijese que este post terminó, no me creería y continuase escribiendo hasta no terminar, aunque no sea evidente, sería todo falso, como creer en el amor.
Saludos y que pasen un buen día.
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