Luego que el director del diario Correo, Aldo Mariátegui, informe de la mala ortografía en los apuntes de la congresista Hilaria Supa, miles de opiniones comenzaron a circular, a favor o contra de ambos. Es a través de esta opinión que intentaré darle ilación a dos formas de pensar distintos.
Aldo Mariátegui remarcó no tener intenciones anti-indigenista para con Hilaria Supa, sino que en este país se toleran aspectos “políticamente correctos” cuando no lo es. Pero se habrá preguntando si en el Congreso de la República la única que puede sacar pecho es Martha Hilderbrandt, o acaso los demás en apuntes simples no omiten estas precisiones ya sea por tiempo o algún otro elemento, porque recuerdo la vez que en el programa de Beto Ortiz, se mostraron demasiadas faltas ortográficas en una carta que la congresista huanuqueña, Karina Beteta, mandó por el reconocimiento que se le hizo a Magaly Medina. Entonces, si Aldo Mariátegui está a la orden de la R.A.E., pues, que vaya a supervisar los apuntes de los demás parlamentarios y si descuentan por eso: vale.
Hilaria Supa, no sólo puede formular leyes, también es una imagen que representa a muchas mujeres del país, esto debido a que en el último Censo Nacional se registra 1 millón 359,558 personas analfabetas y de este porcentaje tres de cada cuatro son mujeres y en su mayoría de la sierra. Este sigue siendo un problema que a pocos le gusta comentar, sin embargo, ahora que ha salido a flote el tema gracias a Aldo Mariátegui, podemos reflexionar al respecto y primero Alan García para que vea que se pueden evitar estos malos entendidos.
En la entrevista que le hizo Rosa María Palacios, Supa mostró un lado –tal vez– poco conocido, ya que su justificación al cargo basó en su concepción, la que como Alberto Flores Galindo manifiesta en su libro Utopía andina: “Para las gentes sin esperanza, la utopía andina es el cuestionamiento de esa historia que los ha condenado a la marginación. La utopía niega la modernidad y el progreso…”. También su deseo de superación que tuvo para aprender a escribir y leer, muestra una concepción casi bifurcada.
Ya sea si se le tomó como muestra para un caso general, no se debió mezclar con su origen y toda esa grandiosa gama quechua porque también el español merece un respeto que no debe ir más allá.
Después de todo Aldo Mariátegui hizo algo bueno: resaltar el alarmante caso del analfabetismo para que las autoridades hagan algo ya que si partimos desde ahí nuestro país logrará librarse de telarañas históricas, tanto como en el caso de Supa y su utopía indígena como los que discriminamos.
Aldo Mariátegui remarcó no tener intenciones anti-indigenista para con Hilaria Supa, sino que en este país se toleran aspectos “políticamente correctos” cuando no lo es. Pero se habrá preguntando si en el Congreso de la República la única que puede sacar pecho es Martha Hilderbrandt, o acaso los demás en apuntes simples no omiten estas precisiones ya sea por tiempo o algún otro elemento, porque recuerdo la vez que en el programa de Beto Ortiz, se mostraron demasiadas faltas ortográficas en una carta que la congresista huanuqueña, Karina Beteta, mandó por el reconocimiento que se le hizo a Magaly Medina. Entonces, si Aldo Mariátegui está a la orden de la R.A.E., pues, que vaya a supervisar los apuntes de los demás parlamentarios y si descuentan por eso: vale.
Hilaria Supa, no sólo puede formular leyes, también es una imagen que representa a muchas mujeres del país, esto debido a que en el último Censo Nacional se registra 1 millón 359,558 personas analfabetas y de este porcentaje tres de cada cuatro son mujeres y en su mayoría de la sierra. Este sigue siendo un problema que a pocos le gusta comentar, sin embargo, ahora que ha salido a flote el tema gracias a Aldo Mariátegui, podemos reflexionar al respecto y primero Alan García para que vea que se pueden evitar estos malos entendidos.
En la entrevista que le hizo Rosa María Palacios, Supa mostró un lado –tal vez– poco conocido, ya que su justificación al cargo basó en su concepción, la que como Alberto Flores Galindo manifiesta en su libro Utopía andina: “Para las gentes sin esperanza, la utopía andina es el cuestionamiento de esa historia que los ha condenado a la marginación. La utopía niega la modernidad y el progreso…”. También su deseo de superación que tuvo para aprender a escribir y leer, muestra una concepción casi bifurcada.
Ya sea si se le tomó como muestra para un caso general, no se debió mezclar con su origen y toda esa grandiosa gama quechua porque también el español merece un respeto que no debe ir más allá.
Después de todo Aldo Mariátegui hizo algo bueno: resaltar el alarmante caso del analfabetismo para que las autoridades hagan algo ya que si partimos desde ahí nuestro país logrará librarse de telarañas históricas, tanto como en el caso de Supa y su utopía indígena como los que discriminamos.
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