sábado, 6 de febrero de 2010

Dos mil diez en dos

Dos mil diez. Un capricho exignte por el cuál estuve constante a venir a Lima se me concedió nuevamente, buscarle el “acto” o la “potencia” de aquello que lo provocó me ha estado preocupando estos últimos días en el que tuve un fárrago acechador que me ha llevado a pensamientos flojos y tomar por resultados los siguientes enunciados…


He desprendido los colmillos de la boca del lobo
frente a los coágulos en potencia
que cerraban el paso a
las palabras que me alimentaban
con la blandura de su pureza.

Tuve duda por forjar un poemario completo o realmente satisfactorio desde enero del año paso, pero a lo largo de los meses la velocidad, los sueños y los cayos que me salieron en los dedos pudieron realizarlo más como restos de varias etapas que tuve la virtud de escribir… una escombrera. No todo quedó paralizado, ahora me permitiré vacacionar de los Alprazolam, de los cuerpos raros y los labios que nunca debí besar.
Dos. Un tímido sol emitía un poco de luz entre las nubes mientras los carros iban y venían. Los que esperábamos en el paradero concentrábamos más en el horizonte que en el humo que dejaban los que pasaban… la noche ni señal alguna por llegar.

Si alguna vez de las cenizas
recogí un nombre
fue sólo para manchar mi lengua
cuando todo luzca demasiado brillante.

Habían pasado casi dos y la velocidad por las calles donde me encontraba era contundente, entre las luces de neón, entre las aguas, entre las camisas a cuadros, entre los boletos, entre el smog, entre los postes, entre el polvo, entre el cuerpo, entre la costilla, entre los brazos…
Lima había sido la misma, pude creerlo diferente, pero sólo se trataba de una ilusión creada por un complejo, del que escribí en el post anterior. Sin embargo, el cuerpo marchita, las heridas pican cuando no cierran bien, los amigos se desvanece en la niebla que el invierno pasado se llevó… los recuerdos son parte de un conjunto de hojas escritas con lapicero azul y lo demás –está claro– sólo sigue, sigue, sigue… y sigue.

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